domingo, 20 de abril de 2008

mETAMORFOSIS

Sobre el desfile “Metamorfosis” de Ana Livni y Fernando Escuder en el Museo Nacional de Artes Visuales – septiembre 2007.

El desfile de la colección de Ana Livni y Fernando Escuder se inicia tras desplegar, cortar, atar textiles con los que envuelven a algunos modelos en un sugerido rito de iniciación, preámbulo al centro neurálgico de la colección: las transformaciones hábiles de la indumentaria en donde las prendas todas posibilitan un uso poli variado, que brinda al individuo la posibilidad de interpretar y resignificar el lienzo según su propia manera de funcionar en este mundo.

La colección es ingeniería, pliegue y rastros. En un comienzo más ligero puede decirse que no existen formas determinadas a priori; se propone como la iniciación a un juego, un juego texturado, por veces resbaladizo, cálido, aireado, lleno de fugas, que genera una experiencia no restringidamente visual, sino sensorial vasta. Daban ganas de meterse en esas estructuras móviles blandas, daban ganas de incorporar esas pieles suaves, finas, sofisticadas dueñas de una ingeniería inteligente, espléndida. Daban ganas de esfumar los límites entre esas pieles y la propia. Daban ganas de tocar y ser tocado… de mirar y ser mirado…

Una pieza que me pareció espléndida, central en la colección: picazón de la transmutación de los cuerpos. Quizás sea la que mejor condensa estas tres ideas que sugerí. Una chaqueta de fondo naranja, gris y crudo con rayones negros. Se hizo presente, andante, un caparazón de bicho que absorbía el movimiento ya no de su anfitrión, sino de su huésped, mutando su forma sutil pero imperante, como si tuviese vida propia; embestía entonces a la modelo con una nueva forma, imponiéndole un nuevo cuerpo, formulando una nueva estética del antropos tan fuertemente bella como el espanto que provoca el cascarudo más extravagante y horrendo. Ana y Fernando: gracias por esa visión.

Había un tapado largo de punto en color crudo, tenía un lazo, pero en fin, ninguna de sus partes es ciertamente definible. El juego continúa, nos plantea un ejercicio de reflexión sobre nosotros mismos: vestirse no es ya ponerse, sino ajustar amoldar adaptar, pensar hasta nuestro propio límites nuestra manera de plantearnos frente al cotidiano, frente al colectivo… el juego devela una libertad: la de la reconstrucción de la prenda a cada circunstancia social, emocional, creativa y hasta el delirio… plegarla a nuestra propia volición. La prenda como objeto nos busca, nos inquiere se impone, nos llama a un íntimo diálogo que pondera el infinito proceso de la construcción del sujeto por si-mismo. Son objetos que se abren y ofrecen el generoso gesto de poder darnos, mostrarnos.


Cuando digo ingeniería estoy pensando en la idea de trascender la forma en pro de la funcionalidad, en la generación de contradictorios y aleatorios arquetipos de precedentes dispares de trastornadas temporalidades, en donde las ideas quiebran objetos y se proyectan airosas, contradictorias y brillantes; en donde las formas ceden frente a renovados contenidos y sus imperativos. Pensando sobre las estructuras en las que ordenamos nuestra vida y en ejemplo concreto me divierto pensando que no debe de existir ropero que prevea cómo guardar tales prendas; pienso en el mío, en mi ropero, en mí, con brazo extendido, prenda en mano… ¡¿dónde guardo esto?!

Moda emblemática, llena de contradicciones. Si creyera en las contradicciones la establecería, pero queda ingenuo ya hacerlo, las contradicciones pueden pensarse como el límite a nuestro propio entendimiento. Dependiente del ánimo y compromiso a veces se prefiere en desdeño al simplismo categórico el naufragio en las espesas aguas de la complejidad en donde pocos remos prosperan y alcanzan ciertas, o mejor que ciertas, imaginadas orillas. La colección me sugiere dos espacios de desarrollo conceptual que dan cuenta del fenómeno de la moda: PLIEGUES y RASTROS que a continuación reflexiono.


PLIEGUES /
Individuo negador – Moda tirana

Hablamos de diseños de ingeniería que prevén y abren el cerco a la apropiación del vestido por parte del individuo. En la apropiación está el punto. Apropiación que por su parte el individuo realiza en mayor o en menor medida y de múltiples maneras y en donde se cruzan infinitos motivos. Creo que la colección de Ana y Fernando da cuenta de un estar atento a esos procesos de rediseño, de reconstrucción y resignificación que el sujeto siempre ciñe al lienzo.

Ahora Yo, en el desfile, parada, abandonado asiento, frente a la visión de una pasarela, ese largo corredor, el desfile esbelto y espléndido de los modelos que se deslizan con decidido ritmo, con aire de imperfectible realización, eso que se ve en las revistas y en la televisión. Eso en la realidad, ese largo corredor, torna trinchera.

La moda genera la práctica y desarrollo de aspectos encontrados de origen social y psicológico. A través de la imitación de las fuerzas estéticas del colectivo somos provistos de protección y de ciertos estados sensitivos y emocionales de permanencia; la imitación busca unir, génesis del ser colectivo. En cambio, la moda también desarrolla necesidades formalmente psicológicas en donde el hombre define rumbos diferenciados e inicia un proceso de individuación que le permite la experiencia de la unicidad, del ser único, al menos inicia esa búsqueda.

En esta lucha de trincheras por la individuación, la moda es bastión de significación en las prácticas cotidianas. Pero busquemos la propulsión del lado de los atrincherados: mérito de fuerzas contestatarias de acciones negadoras. La anti moda como práctica surge y responde frente a la amenaza de la singularidad, es el constructo diario por diferenciarse y pertenecer al unísono; persigue lo que está por fuera de lo socialmente aceptado, reconfigurando un nuevo orden una nueva estética. Reciclar, combinar, confeccionar la propia indumentaria se transforma en una acción plenamente creativa, intima, de reconstrucción y afirmación, en donde se elaboran sentimientos de individuación, en tanto negación del ejemplo social. Sin embargo esta inversión del mimetismo social, termina por afirmar las fuerzas de la moda e incluso genera insumos que la alimentan.

“cualquier forma de la indumentaria, del arte, de los comportamientos o de las opiniones, puede ponerse de moda” - George Simmel.

El individuo negador crea, la moda tirana lo engulle. La moda puede y de hecho lo hace, capturar los contenidos negadores de la moda. Como un ente vivo se alimenta del mismo rechazo que le confieren: materia proteica, suave, tersa y blanda, presa ingenua, con la cual regenerar exitosas colecciones que estimulan el apetito por el consumo primero suntuario, luego de masas. Ya no hay retorno. Entonces es ahí cuando algunos de nosotros, desencantados, afligidos le gritamos a la Singularidad – estima romántica, dilecta - que vuelva.

La negación de la moda y de lo socialmente establecido como construcción neo estética, incluso ética y política termina confluyendo en unas formas más o menos identificables, se vuelve grupo de referencia, pero también referenciable, identificable. El individuo negador queda franqueado, atrincherado, termina por arrastrarse en el resbaladizo lodo de las tendencias.

Terminando con Simmel, es interesante ver cómo la moda es un emergente capaz de dar cuenta de las energías nerviosas que caracterizan a cada época, vivimos tiempos cada vez más acelerados de ciclos cada vez más cortos, en donde la moda genera una experiencia con acento en el cambio, con acento en el presente, acentúa el carácter transitorio de la realidad como pocos fenómenos. Nos da en su apogeo un sentimiento de presente intenso.




RASTROS /
Hazaña, demostración de pureza

Algunas prendas de Fernando me gustaron mucho. Las remeras rasgadas, sus estampados y calados, rastros que simulan proeza, luchas, encuentros, tentativas de destrezas, me resultaron estimulantes, visualmente disfrutables y reflexivamente un viaje anecdotario, personalísimo.

Todas las innovaciones del atavío – pensado en su clave adorno - son un esfuerzo para lograr alguna forma de exhibición. El varón se viste, se para, emula activamente su valor, su capacidad de destreza, sugiere historias, se hace digno de estima, de respeto porque en sus prendas se ve las marcas, señales y rastros de hazañas que lo pusieron a prueba; sobreviviente ahora se muestra y se lo ve, grande, delicioso, deseado.
Parte de la muestra del trabajo de Fernando evidencia un doble juego de valores. Por un lado la prenda como demostración de hazaña y la pureza de su usuario y por otro lado y al mismo tiempo la prenda en su veta como trofeo de hazaña, es el botín que demuestra una fuerza preeminente, siguiendo la línea de Thorstein Veblen:

“Los trofeos, prueba tangible de la proeza, encuentran un lugar en los hábitos mentales de los hombres como accesorios que adornan la vida”…. “La utilidad de objeto de propiedad descansa principalmente en una comparación valorativa entre el poseedor y el enemigo al que se ha despojado” ...

...“La posesión empieza a ser valorada no tanto como demostración de una incursión afortunada, cuanto como prueba de la prepotencia del poseedor sobre otros miembros de la comunidad. La propiedad – siendo la propiedad el punto central hoy en día – se convierte ahora en la prueba más fácilmente demostrable de un grado de éxito honorable, a diferencia del hecho heroico”
– Thorstein Veblen.

Ese trabajo de Fernando diluye un largo eslabonamiento y nos acerca al comienzo del mismo, en donde la hazaña: demostración de pureza, constituye belleza y diferenciación en un cristalizado objeto – la vestimenta – que puede leerse en sus rastros y significación social.



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BIBLIOGRAFÍA >>

Para sección Pliegues > GEORGE SIMMEL / “La moda”. En Sobre la aventura y otros ensayos filosóficos. Península, Barcelona 1988.
Para sección Rastros > THORSTEIN VEBLEN / Teoría de la clase ociosa. FCE, 1992.