viernes, 25 de marzo de 2011

MARCELO LEGRAND /por el preciso conocimiento de la realidad de los objetos



Bóveda
Marcelo Legrand, hombre joven, pintor maduro. Artista que se forma en el núcleo de una familia de hombres talentosos. Los Legrand, cepa virtuosa de perpetuado compromiso por el conocimiento. De bisabuelo astrónomo, de abuelo botánico y padre compositor, éste artista se prepara desde niño, rodeado de apuntes, bocetos, dibujos técnicos, música. Joyitas de la pintura nacional que cuelgan en las paredes graban desde temprano la consciencia del trazo experimentado, de la línea lucida, una muñeca de barradas, una callecita de Roma de Sáez... Sumatoria de experiencias visuales y auditivas que terminan por dar forma a una personalidad que más tarde dará cuenta de su potencia expresiva y su fineza estética.
“Hay cosas que en ese tiempo las miraba y me atraían. Barradas me agarraba, y no sabía por qué. Fue importante en los primeros tiempos crecer mirando pintura”. Marcelo Legrand
Llega al Círculo de Bellas Artes con Sgarbi a los 14 años, enseñanza fundamental no sólo en pintura. No mucho más tarde conocerá a Nantes, Arostegui, Spósito, Espínola, con los que mantendrá un diálogo clave a lo largo de años y hasta la muerte de cada uno de ellos. Memorables tertulias en el café Soro Cabana a las que en esos tiempos éste jovencito artista fue integrado. Además de honorable jurado, fraternal estima de artista a artista, Espínola Gómez queda capturado por los retratos de Legrand y lo insta a su primera exhibición individual. Así expone en la Intendencia Municipal Montevideo a los 24 años, invitado por Espínola Gómez quien era en ese entonces el asesor del departamento de cultura y es quien escribe también el catálogo. En sala paralela inauguraba la resonada muestra censurada de Oscar Larroca, lo que terminó generando mucha publicidad. Así llegan a ver la muestra de Legrand, Ángel Kalenberg junto con Luis Camnitzer, en ese encuentro éste último le extiende una beca para ir a estudiar durante dos meses a Italia, de Lucca. Allí se forma en grabado y fotograbado. Sin embargo Marcelo cuenta que lo remarcable de la experiencia eran las conversaciones con este retador tutor - Camnitzer - y el énfasis en la importancia de lo reflexivo en el artista. Terminada la pasantía viaja tras las obras de los grandes maestros, ve por vez primera las grandes obras de la historia del arte de las que tanto escucho hablar en el Soro Cabana en las bohemias tertulias. También en este mismo viaje llega a la Documenta de Kassel, otro evento que irá sumando a la gran bóveda.
Tránsito a la abstracción
Naturaleza autónoma de un cosmos
“… quería lograr algo abstracto pero con eso vital que tiene el retrato, con el alma, lo mío era captar el alma del personaje, los rostros tenían un alma propia… eso quería plasmar pero en algo abstracto”. M.L.
La práctica experimental dada desde niño en la que jugaba con diferentes materiales plásticos y otros objetos tomados de la naturaleza no fue abandonada durante su formación en el Círculo de Bellas Artes. Formas abstractas inspiradas en la naturaleza que sugerían raíces, tubérculos y superficies vegetales trazaban ya un rumbo inequívoco. Tras los retratos en los que trabajó durante 10 años se instala una inquietud: descartar lo figurativo. Es así que comienza a despojar rasgos y contornos antropomórficos y se inicia en un proceso de síntesis radical, donde sólo debería quedar – así se lo proponía el artista– el alma, génesis de su abstracción. Es así que lo conocemos a Marcelo Legrand en su muestra en la IMM, tomando ya las dos salas de la calle Soriano en el ´90.
En el taller de Marcelo entre decenas de obra se percibe la multiplicación de algo en concreto: el espacio. Todas sus obras crean espacios singulares, vibrantes. Su obra produce nuevos volúmenes de espacio. Pero el espacio no es tal hasta que no es ocupado por algo, digamos que el espacio es creado por la presencia de algún objeto, antes es Vacío. Se parte del vacío que es la ausencia total de materia y se lo ocupa para transformarlo en espacio. Uno de los pilares de su obra es algo tan elemental como eso y sin embargo no deja de exigir un gran virtuosismo en su meta.
Parado frente a una obra de este artista se experimenta otra dimensión, cómo si la habitación no se acabara en la pared que está detrás del lienzo, si bien este fenómeno es patrimonio de la pintura en general, en la obra de Legrand se da de una manera clara y acentuada tras su afirmación de los principios básicos: la materia trasforma el vacío en espacio y lo vuelve capaz de vibrar. Los elemento incorporados, en formas de rectas, líneas, trazos, manchas y chorros, puntos y marcas, prismas insinuados, descompuestos y transmutados generan sistemas totalmente dinámicos. Cada obra es un sistema, tiene su propia lógica e intensidad, su propia forma de operar, de ser. En ellas cada elemento esta finamente relacionado con cada unos de los otros elementos. Cada obra, cada sistema vibra su propia singularidad. Algunas obras están saturadas otras despojadas, todas sugieren una celeridad y energía no replicable, exacta, precisa.
El poder de la línea, de la horizontal de la vertical de la diagonal, quebradas dobladas e interrumpidas, todas todas se meten en el lugar justo para proyectar un elemento elegido hacia adelante, hacia atrás, para darle vida o anularlo, para generar espacio. La línea tiene la virtud de marcar el espacio sin ocuparlo, para luego ofrecerlo generosamente.
“…lo que es casual lo transformo en preciso, yo hago eso” L.M.
Exactamente de ese modo, Legrand extiende líneas precisas, elementos y rastros certeros. Lo que parece casual no lo es y es en verdad la visión aguda del artista maestro en el equilibrio, creador de dinámicas casi estelares. Conviven diversidad de elementos tras su intervención, sólo así se da la construcción consciente, mentada y hasta científica de sistemas. La visión mentada de la creación de la obra define en un ir extrayendo, apartando, restando e incorporando. La obra de Legrand es la práctica de una maravillosa abstracción cinética porque capta la energía de los cuerpos, otorga movimiento y ajusta su velocidad.
“La línea por el lugar justo, ordena; la línea no va por cualquier lado, la línea es si la tuerzo para un lado o para el otro o hace un círculo o envuelve algo… no trabajo para la línea sino para las formas que están a su alrededor, voy ordenando las formas, las líneas son para ordenar para potenciar, para alimentar las formas. A través de una línea exterior, una forma que sin haberla tocado y que no decía nada toma un interés suscitado.” M. L.
Creación de espacio y orden es algo que sin duda se logra con la experiencia de años de trabajo y formación visual. Un artista en el orden y lógica de su propia obra en la que va madurando podrá llega a alcanzar un nivel de perfeccionamiento de tono científico. Entre el dominio y la visión se abren cosmos inusitados. En el caso de Marcelo Legrand es evidente un inusual talento de rigor mental y vigorosa expresividad. Equilibrio entre lo meditativo de un orden estético refinado e inteligentísimo y la intuición sagaz.
Rasgos esenciales, radical fidelidad
La obra de Legrand aspira al conocimiento estricto de los fenómenos como sistemas. Cada obra es un laboratorio con sus implementos, método y resultados. Extrae lo puro de las formas y las ofrece a la consciencia. Plegarse a las cosas mismas, fidelidad frente a lo que realmente se experimenta, en donde la intuición del artista conduce en su asestado compromiso por el conocimiento. Pero no es tan fácil, porque las cosas tienen diferentes formas de darse a la consciencia según su propia esencia. Son diferentes los objetos físicos de los conceptuales y dentro de los conceptuales hay una infinidad tanto como culturas y subjetividades existen, pero cada una de ellas constituye un objeto en sí. Por poner por caso, la idea – amor para un uruguayo y para un Maorí constituyen objetos diferenciados aunque busquen responder a una misma pregunta. En la disciplina del arte, el método Legrand alcanza la perfección porque en su creación dispone adecuadamente el trazo que captura cada tipo de realidad sistémica o fenomeica o conceptual, cada una, en lo que tiene de propia.
Esto es, que los objetos – cualquiera que sea – además de presentarse en su contingencia poseen una realidad esencial y eso es lo que busca nuestro artista. Su trabajo, su obra, busca descifrar, descubrir y describir las esencias y las relaciones esenciales en un sistema, en una realidad. Pudiéndose pensar cualquier objeto – concepto, sentimiento, vivencia – también como realidad, como micro cosmos en donde inventar una astronomía ideal, en donde se revelan todos los elementos y sus relaciones en su operatividad sistémica. Entonces lo universal se hace presente tras el poder de la intuición del artista y su trabajo.
Si Marcelo en la entrevista que mantuvimos hace pocos días me contaba con una sonrisa sobre ese proceso de síntesis, de transición de lo figurativo a la abstracción, de cómo quiso en un momento desvelar el alma, alcanzar la esencia, erradicando la contingencia de la forma, eliminando, separando. Quizá nosotros – en trayecto inverso – podamos tras contemplar una esencia radical, desnuda – como en la obra de Legrand – volver a capturar el objeto, descifrarlo, adivinarlo o intuirlo y así recuperarlo desde el conocimiento que la visión del artista y el gesto del arte nos revelo. Es esa experiencia la que nos permitirá apropiarnos del objeto para siempre – la experiencia del conocimiento – único detentor de la realidad.
Noviembre 2010

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